miércoles, 15 de febrero de 2012

Schrankogel (3497m). Crónica de un fracaso anunciado. Parte 2: Contra el viento. 04/02/12

Segunda parte [...viene de aquí].


Resumen de la ruta
Inicio: Amberger Hütte (2136m)
Final: Gries im Sulztal (1569m)
Distancia: 15km
Desnivel de subida: 800m
Desnivel de bajada: 1400m
Tiempo: 9h (paradas incluidas)


Para empezar bien el día, después de casi diez horas de sueño (que no se diga...), suena el despertador. "Mmm, ¿media hora más?". No recibo respuesta y capto la indireca...acorde con mis propios deseos. Pues media hora más será jajaja.

Mientras desayunamos, un encargado (que ayer no estaba) habla con otro huesped y nos señala. El señor viene a saludarnos y nos dice que está al tanto de nuestros planes de intentar el Schrankogel. Se llama Edward y viene de New Jersey, hoy seremos uno más. Tras las presentaciones y una breve conversación, quedamos media hora más tarde a las puertas del refugio. Recogiendo después las cosas de las literas, podemos observar este panorama del valle desde la pequeña ventana, fuente de luz y frío, de la habitación.


Parece que somos de los primeros en salir del refugio, y no hemos madrugado mucho precisamente. Alejandro poniéndose las raquetas, y Edward con los últimos preparativos. El termómetro marca -17ºC, y está será la última foto que hagamos en toda la ascensión, hasta después de la retirada...


...pero es que no estuvo la cosa como para sacar la cámara.

Comenzamos a recorrer el valle en dirección sur, exactamente el camino de reconocimiento que seguimos la tarde anterior, y ya notamos que el viento viene con una velocidad considerable, y es bastante molesto. Por el cambio de temperatura del interior al exterior, y antes de poder entrar en calor, las manos empiezan a doler por el frío. Y por si fuera poco, se me suelta una de las raquetas. Se rompió ayer el cierre, y el nudo provisional parece que no funciona. Pero después de varias pruebas, consigo dejarlo más o menos enganchado con un mosquetón-llavero de estos cutres.

Para cuando los vuelvo a pillar, casi han alcanzado el final del valle y, por consiguiente, el punto donde debemos abandonarlo para comenzar la subida, rodeando el Schrankogel por su vertiente sur. Entre las ráfagas de viento feroz, cargadas de remolinos de nieve, y los latigazos de las capuchas y las cintas de las mochilas contra todo lo que pillan a su paso, nos ajustamos la braga, el gorro y las gafas de ventisca para dejar lo mínimo posible al descubierto. "Bueno, si llevamos ahora el viento de cara, ahí arriba que parece más resguardado quizás se vaya mejor...". Quizás al abandonar este valle tan amplio...

La poca conversación que traíamos se acaba aquí, salimos del camino y comenzamos a subir por la primera pala de nieve. Cada uno se mete en su mundo, tratando de seguir al que le precede, o en caso de Iván, abriendo huella por una nieve algo blanda. Con la subida, entramos en "calor" rápidamente, y por el momento las manos y los pies (que es lo que más temíamos en un principio) aguantan bien. El problema es que según nos vamos adentrando en este segundo valle el viento, en vez de amainar, cada vez va a más. Y siempre parece venir de cara...

Como referencia tenemos que el camino sigue la característica geometría de la morrena del glaciar (aunque hoy en día el glaciar no llega hasta tan abajo), pero vamos atravesando palas y más palas y no logramos verla. En una de ellas, me giro y veo a Edward andando hacia abajo, así que espero a que Alejandro me alcance. Entonces me dice que Edward no se encontraba muy bien y decidió volver. Este viento y este frío no creo que le animasen mucho, la verdad...

Como punto a favor, vamos encontrando la nieve cada vez más dura. Yo trato de no alejarme de Iván, que marca el ritmo de forma continua, paso a paso...izquierda, derecha, izquierda, derecha...

Las gafas se me empañan por dentro y en dos segundos el vaho se congela, así que pierdo practicamente toda la visibilidad. Me paro un momento para intentar limpiarlas pero ni rascando. Completamente helado. "Vale, no puedo parar" me digo, porque en veinte segundos que he estado quieto, empiezo a notar de nuevo el dolor en los dedos. Me levanto las gafas y sigo en pos de Iván.

Derecha, izquierda, derecha...las manos vuelven a entrar en calor. Moqueo, el aliento se condensa en la braga, los ojos me lloran...

...alcanzamos la morrena. Como una lengua afilada, ésta avanza casi en línea recta, siempre hacia el este, siempre hacia arriba. Pero no podemos continuar por lo alto, por poco ni aguantamos de pie las embestidas del viento. Así que bajamos por el otro lado, dejándola a nuestra derecha. El poco resguardo que nos brinda se agradece, y tenemos que continuar...

Convencido de mi mismo, me giro y le digo a Alejandro, "ahí más arriba parece que da el Sol, seguro que vamos mejor...", y después continúo, siempre detrás de Iván. Las manos van al límite, y no paro de abrir y cerrar los puños. Los ojos me lloran y las lagrimas se congelan. De hecho, estoy unos diez segundos sin poder abrir uno de ellos. Finalmente, apretando mucho consigo que las lágrimas se derritan momentáneamente. Si me pongo las gafas no veo, y si me las quito se me congelan los ojos. Además, la sensación de las lentillas a esta temperatura se hace muy, pero que muy rara...la solución llega aprovechando un pequeño resquicio entre las gafas y la braga.

Izquierda, derecha...abrir puños, cerrar puños...izquierda...abrir y cerrar ojos...derecha... Mira que ir pensando en todo esto...Iván va a tope, no ha dejado de abrir huella desde que empezamos, pienso...pero también me doy cuenta de que no acuso nada de cansancio físico. Todo es psicológico, me digo jajaja.

Llegamos al Sol, pero la cosa sigue igual. Alejandro me lo echa en cara y no puedo hacer otra cosa que sonreir. No le falta razón jajaja. Pero quitémosle chicha al asunto, un poco más adelante el viento amaina durante unos minutos, y somos capaces de albergar alguna posibilidad de hacer cima. De hecho, después de lo anterior, la situación es...inmejorable. El viento pasa a ser sólo fuerte, vamos calientes y a buen paso...¡y mi moral sube!

De todas formas, dura poco. Enseguida vuelven las ráfagas de viento. Además, nos enfrentamos a una pala más inclinada que la anterior, y la nieve es casi hielo. Pero ni planteamos ponernos los crampones, pues parar ahora y ponernos a trastear sería como empezar a darnos martillazos en los dedos...

Lentamente, ascendemos con cuidado para dar otra vez con la parte alte de la morrena. Esta vez no queda otra que avanzar por la parte alta, pues las laderas caen en demasiada pendiente. Las manos de nuevo empiezan a escocer, y algún dedo se deja de sentir. El aliento condensado y los mocos (todo hay que decirlo) se congelan en la braga, dejando toda la zona de la boca más dura que una roca. Tengo que girarla para que no me raspe en la nariz, e intento ponerme otra vez las gafas, porque el viento me está dejando sin cara.

Izquierda, derecha, abrir y cerrar ojos...yo a lo mío. Abrir puños, cerrar puños...Iván se para. Estamos locos, pienso en ese momento...y agito los brazos para ver si la sangre llega mejor a los dedos. Hablamos durante un momento, y parece que vamos los tres igual. Iván se queja de los pies, yo de las manos, Alejandro también. Pero parece que nadie se quiere dar por vencido...

Esta vez paso yo delante, avanzando por la morrena. Tengo que marcar un ritmo rápido porque me quedo frío por segundos, y me alejo un poco de ellos. Todo va a peor...las manos, los pies empiezan a escocer también, voy casi a ciegas, viendo por las pequeñas ranuras sin congelar de las gafas, y la oreja izquierda empieza también a doler por llevar la placa de hielo de la braga...además, las últimas ráfagas de viento nos hacen tirarnos contra el suelo para evitar ser arrastrados. En una de ellas, a cuatro patas, veo a Iván y Alejandro entre mis piernas, a lo lejos y en la misma postura. Miro hacia arriba y observo el final de la morrena. Apenas nos separan unos cien metros del inicio de la cresta este del Schrankogel, trescientos metros de trepada continua entre nieve y rocas. También debo de estar viendo el glaciar, por lo que recuerdo del mapa, pero no consigo distinguir nada. Nieve y más nieve...

Me doy la vuelta y les grito que yo me vuelvo. Y sin pensarselo mucho, aceptan la rendición. Habremos llegado a los 3000 y pico metros, casi hasta el glaciar, con unos -28ºC y vientos de unos 70-80 km/h. En la cresta será prácticamente imposible mantenerse de pie. Nos reunimos los tres, empezamos a bajar rápidamente y entonces noto un par de dedos del pie como si fueran piedras. Bajo casi corriendo hasta que los vuelvo a sentir poco a poco, pero entonces me doy la vuelta y veo a Alejandro parado y sentado a lo lejos. Es imposible comunicarse ni a gritos, así que cuando veo que pasan cinco minutos eternos y no se levanta, Iván y yo volvemos a subir hasta donde está él. Una raqueta se le ha soltado y no consigue enganchársela. Finalmente se quita las dos y decide bajar sin ellas.

Iván y yo nos atrevemos a sacar las cámaras, pese a que los dedos duelen tanto que casi ni podemos apretar el disparador. Aquí se ve la morrena hacia arriba, con el inicio de la cresta al fondo a la izquierda. En ese último montículo del centro de la foto es donde decidimos dar la vuelta. Alejandro baja envuelto por la nieve levantada por el viento...


Hacia abajo, Iván por lo alto de la morrena rodeado de colosos. A nuestra izquierda el Bockkogel (3095m) y el Mutterberger Seespitze (3302m). Podéis ampliarla pinchando en ella.


Otras cuantas fotos disparadas casi a ciegas...




...y una vez abajo...


...menudas caras. Alejandro e Iván...


...y Alejandro y yo.


Recorremos los diez minutos que tenemos hasta el refugio y nos metemos dentro...destrozados. Ni la sonrisa falsa nos sale.


La braga está completamente sólida y congelada. La botellita de bebida isotónica es granizado, y las botellas de agua contienen bloques íntegros de hielo. "Joder nene, ¿cómo has conseguido meter ahí ese cubito de hielo?". Las manos y los pies escuecen mientras la sangre vuelve a circular con normalidad por nuestras venas. Nos tomamos una sopa caliente y un Kaiserschmarren, postre típico austriaco consistente en trozos de crepes gruesas y caramelizadas, espolvoreadas con azucar glas y acompañado con compota de manzana y de frutas del bosque. Ligero, ligero...y riquísimo.

Descansados y recuperados...


...abandonamos el valle...


...e iniciamos el descenso hacia Gries...


...pues aún nos quedan unas 3 o 4 horas de viaje (tres autobuses y un tren) hasta casa.


Tengo que añadir que la broma que solíamos hacer cuando en la calle hacía frio..."joder, si esto no es nada, más frio pasamos cuando tuvimos que hacer vivac en el Annapurna" ha sido sustituida sin reparo por el "¿esto? ¿qué es esto comparado con lo que pasamos en el Schrankogel?".


Y aquí termina esta locura. Cuando se toma con humor y rodeado de buenos amigos, el frio pesa menos y, pese a que no hicimos otra cosa que sufrir adrede, al llegar a casa tenemos claro que el balance de los dos días es positivo. Ya haremos cima en otra ocasión (probablemente cuando las previsiones sean mejores), sin prisas...porque al fin y al cabo, en esto de la montaña, lo realmente importante, más que el objetivo, es el camino recorrido.

Un saludo para Edward (aunque las posibilidades de que nos lea son nulas), con el que fue agradable charlar y compartir ese breve espacio de tiempo. Para todos los demás, un abrazo y...

...¡hasta la próxima!

6 comentarios:

  1. Enhorabuena por el relato!! Por unos minutos me he trasladado al frío invierno de los Alpes a pesar de tener unos 30ºC de media... la cima sería la guinda perfecta para esta aventura pero en la montaña, como en la vida, las cosas nunca salen como planeas... el Schrankogel va a seguir ahí hasta la próxima, en esas condiciones hicisteis bien en retiraros a tiempo...

    Por cierto, me apunto la receta del "kaiserschmarren" aunque sería mucho mejor poder ir en persona a degustarlo... disfrutad de vuestra estancia en los Alpes, qué envidia!!

    Un abrazo.

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  2. Después de leeros no puedo ni imaginar como será una travesía polar.
    Enhorabuena por la "piada" a ver si a la próxima vemos foto de cima.

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  3. Como diría el gran Iñaki: " ya os comisteis el pastel, no es necesario comerse la guinda" vaya condiciones, un día de montaña perfecto, jajaja, seguro que pensásteis eso cuando estábais abajo...
    Un abrazo amigos.

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  4. No se si en Himalaya se puede estar peor, eso es autenticamente infernal. Pero lo mejor es poder contarlo.

    Habrá que esperar que pase el aire siberiano.

    Suerte en la siguiente, un saludo.

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  5. Ya tenéis excusa para volver,aunque esto os dará para hablar durante un tiempo,jajaja.
    Un abrazo.

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  6. Sarita, gracias! Lo que hubiéramos dado en algún momento por un poquito de esos 30º jajaja. El Kaiserschmarren, como cualquier cosa que te den en esos momentos, mano de santo! Estamos abiertos a visitas, si queréis probarlo en un buen refugio jajaja.

    Angel, la cima ya llegará, sin prisa jejeje. Mejor hacerlo con cuidado en esas condiciones =).

    Sherpa, perfectísimo. Vamos, inmejorable jaja. Bueno, sabíamos a lo que íbamos...

    Fernan, llegamos a casa pensando "quizás no sea para tanto", pero para ser la primera vez que experimentamos algo así...uff. Por supuesto, no tendrá nada que ver con pasar frío de verdad en el Himalaya, pero valga para hacernos a la "ligera" idea...

    Fosi, ojalá podamos volver bien pronto. No todo es montaña por aquí...bueno sí, pero en otro sentido jeje.

    Un abrazo compañeros. Gracias por vuestros comentarios y hasta la próxima.

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